En un campo tan cambiante y sujeto a novedades como es el tecnológico, es necesario establecer un marco regulatorio que evite prácticas injustas. Sin embargo, la línea entre ordenar y lastrar puede ser difícil de definir.
Es quizás una de las discusiones más frecuentes cuando se habla de la legislación en temas digitales: si la carga normativa lastra la innovación y, derivado de esto, hasta qué punto hay que regular para crear un marco firme, pero en el que se faciliten las nuevas propuestas. La eterna disyuntiva fija territorios más proclives a una cierta liberalización de la regulación, como Estados Unidos, y otros en los que se busca una legislación más firme, que se suele ejemplificar en Europa.
Las diferencias según territorios
Al pararse en la normativa europea, el escenario es poliédrico. Por la propia característica del sector tecnológico, que acostumbra a ser transversal a otras industrias, la carga se incrementa. Esto es: no es igual montar una fintech o una empresa de biomedicina que emplee IA que liderar una fabricante de discos duros, y desde luego tampoco es igual que se identifique como pyme a que sea una gran empresa. Va a haber normas que son prácticamente comunes a cualquier negocio digital, como las leyes antimonopolio, de ciberseguridad o el Reglamento General de Protección de Datos, y otras que dependan del sector. Y, cómo no, dependiendo del país y de la región, estas normativas se pueden multiplicar, al tener que integrar leyes y decretos nacionales o, en el caso de España, autonómicos.
En lo que se refiere a Estados Unidos y China, puede hablarse de posiciones contrapuestas. La experta en derecho comercial internacional Anu Bradford explica en su libro Digital Empires: The Global Battle to Regulate Technology cómo el gobierno estadounidense se guía por un modelo orientado al mercado, con foco en la libertad de expresión y de internet. Este sistema ha sido promovido a nivel internacional durante años con éxito, pero hace ya tiempo que otros gobiernos, entre ellos los de la UE, han reaccionado ante las prácticas de abuso de posición dominante de mercado que han facilitado, el uso de datos o la no censura del discurso de odio, entre otros problemas.
Frente a esto, las autoridades chinas abogan por un modelo gubernamental, en el que se mantenga un control del estado sobre el mercado. Desde la fundación Robert Schuman apuntan que durante años se ha promovido una especie de competencia orquestada para impulsar sectores estratégicos, lo que en el caso del sector digital ha supuesto dejar un margen de desarrollo sin grandes trabas legislativas antes de intervenir en él. En los últimos tiempos, sin embargo, se están viendo surgir iniciativas encaminadas a un mayor control, como los anunciados proyectos legislativos sobre IA.
“La visión de Europa es muy distinta a la del resto del mundo”, apunta Javier Lorente, profesor de la EAE Business School, ingeniero de telecomunicaciones y doctor en economía. “Estamos hablando de dos países frente a una comunidad, que ambicionaría ser un único país”, incide, “y sin embargo, se pone al mismo nivel que las demás”. Lorente destaca cómo, fundacionalmente, “el objetivo de Europa no es incrementar la economía, es incrementar el bien de los ciudadanos”. Esto, señala, afecta a todo el diseño legislativo, que pone énfasis en esa protección de la población, algo que desde un punto de vista ideológico y político “tiene mucho sentido” pero que a nivel económico puede provocar que se cuente con menos herramientas.
Para el presidente de la comisión de Digital Policy de AMETIC, Gabriel López, “el sector digital está sujeto a una gran cantidad de normativas”. En relación al contexto internacional, señala : “La crisis de la COVID-19 evidenció la posición asimétrica de Europa en comparación con otras regiones del mundo. La ciencia, la tecnología y los datos se han convertido en instrumentos de influencia en la política internacional”, considera. A este valor añadido de lo digital se le une un creciente interés mundial hacia Asia, especialmente en la política exterior de Estados Unidos, que hace que sea necesario fortalecer el multilateralismo. Esto, por supuesto, desde la propia capacidad tecnológica y los valores y regulaciones europeas.
“El objetivo de Europa no es incrementar la economía, es incrementar el bien de los ciudadanos”
Javier Lorente profesor de la EAE Business School
“Se ha debatido extensamente sobre lo necesario para impulsar una nueva generación de campeones tecnológicos europeos”, profundiza. “Todo comienza con ideas y proyectos que se convierten en propiedad intelectual, ya sea basada o no en tecnología actual, independientemente de su origen. Si queremos que esas ideas y proyectos impulsen la industria regional, es esencial crear las condiciones e incentivos necesarios para que el desarrollo de dicho ecosistema prefiera permanecer en Europa en lugar de buscar otros territorios”.
¿La legislación mata la innovación?
Uno de los parámetros que podrían utilizarse para evaluar si realmente la innovación está tan vinculada a la legislación es la creación de startups, entendiendo que las empresas emergentes son, por definición, vehículo de innovación. Cuando se analiza el ranking global de ecosistemas de startups, se observa una tendencia clara: Estados Unidos es el epicentro de la creación de estas compañías, con Silicon Valley a la cabeza y un total de cinco localizaciones entre las diez principales. En Asia hay tres de estos centros de creación. Europa solo cuenta con uno, Londres, que ni siquiera pertenece a la Unión Europea. No hay ninguna región española, aunque el último ranking es del año siguiente a la aprobación de la Ley de startups. Quizás haya que esperar para ver si tiene efecto este intento (legislativo) de facilitar las condiciones para el emprendimiento.
Sin duda una de las tendencias que marcan el ritmo de la innovación es la inteligencia artificial, que tiene su propia encrucijada con las últimas novedades legales. Sobre este tema, los fundadores de Facebook y Spotify, Mark Zuckerberg y Daniel Ek, publicaron una carta abierta el pasado agosto, al calor de la entrada en vigor de la ley europea de IA. En ella explicaban que hay una oportunidad interesante para las organizaciones de la región de aprovechar el potencial de la IA a través de sistemas de código abierto. Un área donde Europa está bien situada gracias a su ecosistema de desarrolladores, mayor que el de Estados Unidos, pero su éxito puede verse obstaculizado por una “estructura regulatoria fragmentada”, con “regulaciones superpuestas y orientación inconsistente sobre cómo cumplirlas”. “Con el entorno regulatorio adecuado, combinado con la ambición adecuada y algunos de los mejores talentos en inteligencia artificial del mundo, la UE tendría una posibilidad real de liderar la próxima generación de innovación tecnológica”.
“La industria afronta un entorno normativo cada vez más complejo, marcado no solo por la proliferación de normas, sino también por un aumento en la cantidad de órganos reguladores. Esta situación afecta negativamente a la innovación y el desarrollo económico”
Gabriel López, presidente de la comisión DIgital Policy de AMETIC
En una dirección similar parece apuntar Mario Draghi en su informe El futuro de la competitividad europea. El expresidente del Banco Central Europeo señala como una de las patas de su estrategia para reiniciar el crecimiento “el cierre de la brecha de innovación con Estados Unidos y China, especialmente en tecnologías avanzadas”. Draghi destaca que el problema aquí no es la falta de ideas o ambición, sino trasladarlas al mercado. “Las empresas innovadoras que quieren crecer en Europa se ven obstaculizadas en cada etapa por regulaciones inconsistentes y restrictivas”. Casi un tercio de los unicornios creados en Europa entre 2008 y 2021 acabaron yéndose a Estados Unidos, apunta. En este momento de revolución de la IA, Europa no se puede permitir seguir anclada en el pasado, resalta, en una afirmación que recuerda a las de Zuckerberg y Ek.
“El reciente informe de Mario Draghi, al igual que otros estudios, destaca la necesidad de equilibrar regulación e innovación”, subraya Gabriel López. “En los últimos cinco años, la industria ha enfrentado un entorno normativo cada vez más complejo, marcado no solo por la proliferación de normas, sino también por un aumento en la cantidad de órganos reguladores. Esta situación está afectando negativamente la innovación y el desarrollo económico”. Resulta estratégico, considera, “simplificar el proceso para que las innovaciones europeas lleguen al mercado de manera más ágil”. Desde AMETIC apuestan por “una estrategia ambiciosa para fortalecer el mercado único, situándolo nuevamente en el centro del proyecto de integración, la transición ecológica y la agenda de innovación de la UE”.
“En el emprendimiento en general, si tú sobrerregulas, estás desanimando, desincentivando a que se hagan cosas”, incide Lorente. “En España tenemos regulación municipal, a nivel de comunidades autónomas, de país y de la Unión Europea”. A esto se le suma, además, el problema de que, con el rápido ritmo que marca la economía digital, muchas veces se intenta encajar nuevos problemas en viejas estructuras. De esto también advierte la OECD cuando señala que las políticas regulatorias, hoy en día, están diseñadas bajo los parámetros de hace varias décadas, parámetros que difícilmente encajan con el escenario tech actual. Para Lorente, esto se ejemplifica en el teletrabajo en negocios digitales, que en muchas ocasiones trata de trasladar la estructura de puestos de trabajo tradicional a un sistema distinto que posibilita, por ejemplo, trabajar por objetivos y por un horario marcado.
“La regulación no es el único problema”, concluye Lorente. “Puedes fomentar el emprendimiento y fomentar la innovación sin modificar la regulación que defiende la persona. Quizás esa es la parte que más nos falta”.
Fuente: https://www.computerworld.es